
Es difícil decir dónde y cual fue la observación que le hizo pensar en la idea de la evolución, pero no cabe duda que sus observaciones en las Islas Galápagos, donde se dedicó a buscar indicios de un antiguo “centro de creación”, desempeñaron un papel importante en la elaboración de su modelo de los mecanismos de transformación de las especies.
En las Galápagos encontró una gran variedad de aves marinas (pinzones), que variaban de isla en isla pero que estaban emparentados entre sí por lo que parecía ser un antepasado común. Así pues, Darwin pudo concluir que las especies de pinzones de las Galápagos se habían transformado a partir de una sola especie llegada del continente que se había difundido por las islas. Darwin pensó que, a través de las generaciones, las aves se habían ido adaptando a las condiciones propias de cada isla en particular, experimentando cambios graduales en el tiempo. Darwin llamó a este proceso EVOLUCIÓN.
Así fue como Darwin pensó que se podía comprobar que las especies más capaces de adaptarse al ecosistema sobrevivían, mientras que las menos capaces de adaptarse desaparecían, y que las variaciones que cada especie sufría para adaptarse a su medio ambiente se reflejaban en sus descendientes.
Al fin de los cinco años, al llegar a Falmouth el 2 de octubre de 1836, Darwin tenía suficiente información y ejemplos que soportasen su teoría. Basándose en los hallazgos que enviaba a Cambridge mientras estaba en el viaje, comenzó a desarrollar el libro que explicaría su teoría, El Origen de las Especies.
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