La Selección Natural es la base del cambio evolutivo. Se basa en la supervivencia de los organismos mejor adaptados a su medio ambiente y en promedio éstos son los que dejan mas descendientes.
Pongamos un ejemplo, supongamos que varias especies de osos emigran hacia el Polo Norte. Aquellos que no tengan una capa de grasa suficientemente gruesa para protegerlos del intenso frío, no sobrevivirán. Los que lo hagan deberán adaptarse a su nuevo hogar desarrollando garras especializadas para caminar por el hielo y un pelaje blanco que confunda a sus predadores. Esté sería, según Darwin, el origen de los osos polares. De la misma forma, aquellas aves que no necesitaban volar fueron perdiendo las plumas de sus alas como en el caso de los pingüinos del polo sur.
La adaptación es obvia para nosotros pero la ciencia tardaría años en explicar los cambios y mutaciones que se necesitan a nivel genético para que una especie evolucione. Hace falta que la selección natural funcione sobre un número extremadamente grande de generaciones para dar lugar a la formación de la nueva especie.
El siguiente dibujo explica las diferencias que encontró Darwin en las aves de las Galápagos y que lo ayudaron a dar soporte a sus teorías.
Hoy en día, el estudio de la genética y particularmente de los cromosomas mitocondriales le han permitido a los científicos determinar los antepasados que ligan a los hombres con los simios y a las aves con los reptiles.
La ciencia avanza día a día y nunca puede decirse que su estudio ha concluido. En el futuro se harán correcciones y actualizaciones a la teoría de la Evolución pero, sin duda, Darwin dio un gigantesco paso adelante para ayudarnos a comprender y este maravilloso mundo en el que nos ha tocado vivir.
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